no creo tener algo más que añadir...
the old man and the sea from hüseyin on Vimeo.
ojalá les guste
the old man and the sea from hüseyin on Vimeo.
Culipandeando la Reina avanza,
y de su inmensa grupa resbalan
meneos cachondos que el gongo cuaja
en ríos de azúcar y de melaza.
Camino a prisa mientras Blondie canta:
One way or another I'm gonna find ya
I'm gonna getcha getcha getcha getcha
Si de una u otra manera, pero no hay problema ahi vas a estar, esperandome.
Porque eres mi presa, una presa que se ofrece a mi sin pedir nada más que mi ataque, aunque no estes muy conciente de ello.
One way or another I'm gonna win ya
I'm gonna getcha getcha getcha getcha
Dos cuadras más, una esquina y te tendre a la vista, si estirara la mano te podría tocar.
Tocarte, suena a poca cosa para ti, deberia moderte nada más te viera. Porque me haces sentir como un animal, junto a ti me sobran las palabras y todas esas sutilezas que la humanidad ha creado para comunicarse; junto a ti sólo quiero ser un león que se prepara para devorar a su inocente victima, gacelita.
One way or another I'm gonna see ya
I'm gonna meetcha meetcha meetcha meetcha
Ahi estas como siempre esperando el pumita, que linda sonrisa me regalas, si como ves que coincidencia que te encuentre aqui.
One day, maybe next week
I'm gonna meetcha, I'm gonna meetcha, I'll meetcha
I will drive past your house
And if the lights are all down
I'll see who's around
Eres terriblemente perturbadora, pero no lo sabes. Siento que puedo oler tu sangre, que puedo oír tu corazón.
No se como puedo decir tantas tonterias mientras te devoro con la mirada. Sube tu primero asi tendre una buena vista y podre olerte discretamente.
One way or another I'm gonna find ya
I'm gonna getcha getcha getcha getcha
One way or another I'm gonna win ya
I'll getcha, I'll getcha
Frases y sonrisas se alternan cuando hablas, bajas la mirada te distrae cualquier cosa, yo me concentro totalmente en ti, el mundo desaparece, la música deja de sonar, eres mi objetivo.
Te dejas envolver por mi platica, te regalas en cada movimiento. La danza de la muerte se sigue paso a paso.Te atacó con mis insinuaciones, huyes con tus respuestas timidas.Pero es inevitable, en tu piel y mi piel esta escrito nuestro destino. Tus manchas y las mias nos delatan. En la frente tenemos talladas nuestras victorias y derrotas, las veces que has escapado, las veces que he atrapado a la presa.
Esta persecución llega a su fin cuando te acercas y me besas.Tu calor me devora, tu sabor me envuelve y empieza la inversión del juego.
Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.
Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.
Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.
Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.
Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.
Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.
Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.
Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.
Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.
Ayy amor matame lento...lento...lento...
Ix
Como lo prometí, aquí les tengo un cuento. Es un poco distinto a lo acostumbrado, este es de humor y es parte de uno de mis libros favoritos (del que he leído cada cuento como veinte veces), llamado "El Cañón de Largo Alcance", el autor es Marco Aurelio Almazán. Así que si lo ven, no duden en comprarlo. Este cuento se titula "Reflexiones durante la caída". Ahí les va:
Al subir a la azotea para poder admirar a la vecina que toma baños de sol, me he raspado los zapatos. Y eran unos zapatos nuevos. Bueno, supongo que eso ya no tiene la menor importancia, pero de todos modos da rabia estropearse algo que costó cerca de doscientos pesos.
¿Cuántos pisos tendrá este condenado edificio? Bastantes, me imagino, pues precisamente desde la azotea se puede dominar el panorama de todas las casas vecinas, donde toman el sol una serie de rorras imponentes. Una de ellas, la morenaza que subí a contemplar hoy, está tan monumental, que por verla mejor me empiné demasiado sobre el pretil, perdí el equilibrio, operó la ley de la gravedad, y debido a todo ello ahora vengo descendiendo con rapidez vertiginosa.
Creo que en estos momentos que preceden a mi brusco aterrizaje debo rememorar toda mi vida, como dicen que les ocurre a los ahogados en los breves minutos que están pataleando entre éste y el otro mundo. Sin embargo no me puedo acordar de nada. ¿De María Luisa? No vale la pena, con lo ingrata que fue conmigo. ¿De la Cuquis? ¿Para qué, si ya se casó? Por cierto me dijeron que le está poniendo unas astas descomunales a su señor marido. De buena me escapé.
En fin, creo que ya voy por el noveno piso y todavía no se me ocurre nada de qué acordarme. Hay que ver cómo rinde el tiempo cuando uno va en caída libre con aceleración de 9.9 metros por segundo. Creo que esa es la velocidad a que caen los cuerpos, tomando en cuenta la masa y el cuadrado de la distancia al suelo, pero no estoy muy seguro. Parece mentira que ya no me acuerdo de nada de mis clases de física. Ni de química, ni de álgebra, ni de... Lo único que se me quedó grabado en la memoria fue la anatomía, y eso porque después la seguí practicando en diversas chicas. Socorrito, Lulú, Meche... aquella sonorense tan bien dada que salía a bailar en el Blanquita... ¿Qué habrá sido de ella? ¡Pensar que estuve a punto de desfalcar el banco para irnos al Brasil! Menos mal que no lo hice, pues de otra manera ahorita estaría yo metido en tremendo lío.
No sé si estoy cayendo con la cabeza o con los pies para abajo. Como la cabeza pesa más, supongo que aterrizaré con ella. Aunque como yo siempre he tenido buena suerte, a lo mejor caigo de pie. “Tú siempre caes de pie”, me decía mi difunto tío Rigoberto. Por cierto que me gustará volver a verlo. Será gracioso, eso de darle una palmadita en la espalda “Hola, tío”... “¡Hombre! ¿Qué andas haciendo por aquí?”... “Pues nada, que volví a caer de pie”... Ja, ja, cómo me voy a reír.
Bueno, por otra parte no va a tener ninguna gracia eso de caer de pie y darme cuenta cómo se me van incrustando todos los huesos del esqueleto. Primero la tibia, luego el peroné, la rótula, el fémur... ¿O es al revés? ¿Qué viene primero, el fémur o la tibia? Bueno, supongo que todo depende del punto de vista desde donde se considere el asunto.
¡Caray, qué muchacha más mona esa que está asomada en la ventana del quinto piso! Se me quedó mirando y abrió la boca. Yo creo que quería hablarme. Lástima que no haya podido hacer una cita con ella: me encantaría invitarla a cenar a un restaurante de postín en la Zona Rosa, y después llevarla a bailar al Jacaranda... No, el Jacaranda se llena mucho, sobre todo en esta temporada de turismo. Sería mejor uno de los saloncitos por Insurgentes Sur: son mucho más íntimos. Pero desgraciadamente ya no tengo tiempo. Eso es lo malo. Las prisas en que vivimos. No alcanza el tiempo para nada. Ahora mismo debo ir con una velocidad parecida a la del módulo lunar cuando se aprestaba a descender en el Mar de la Tranquilidad. Sólo que yo no llevo motores retropropulsores.
Debo ir bastante abajo, porque ya no veo el Castillo de Chapultepec. Bueno, para lo que siempre me ha importado el dichoso castillo. Creo que nunca lo visité. Eso es lo que nos sucede a los que nacimos en la capital. Treinta años de vivir aquí, y jamás vamos a Xochimilco, a la Villa, ni a las pirámides, ni al Árbol de la Noche Triste. Debería darnos vergüenza. Pero en fin, ya no tiene la menor importancia.
Creo que definitivamente voy a caer de cabeza, pues acabo de ver el número 2 del segundo piso al revés. Y en cambio no puedo ver a la gente que va caminando por la calle, aunque sí puedo escuchar sus gritos: “¡Hazte a un lado animal, que ahí viene cayendo un cosmonauta!”
Qué brutos. Si supieran que tan sólo soy un empleado del Departamento de Cuentas Corrientes del Banco de Comercio. Es decir, era. Era un empleado, pues ahorita ya voy por el primer piso y es cuestión de segundos. Lástima que no pueda hacerle la broma a mi tío Rigoberto diciéndole que otra vez caí de pie. Porque ahora sí es seguro que caigo de cabeza. Me voy a poner el traje hecho un asco...
Alex Giles
Ayer llamó Alejandra, estaba en el metro, le dije que esperara unos instantes, que ya estaba saliendo de la casa. Prendí al auto, baje el vidrio, prendí el radio, ...
La indómita luz
se hizo carne en mí
y lo dejé todo por esta soledad.
Y leo revistas
en la tempestad
hice el sacrificio
abracé la cruz al amanecer.
Rezo, rezo, rezo, rezo.
Morí sin morir
y me abracé al dolor
y lo dejé todo por esta soledad
ya se hizo de noche
y ahora estoy aquí
mi cuerpo se cae
sólo veo la cruz al amanecer.
Rezo, rezo, rezo, rezo por vos.
Y curé mis heridas
y me encendí de amor
Y quemé las cortinas
y me encendí de amor,
de amor sagrado.
Y entonces rezo.
... la tremenda voz Mercedes Sosa. La canción de Charly García llego a su fin y el locutor anunció que lo mismo había pasado con la vida de Mercedes esa madrugada. Lo primero que llegó a mi mente fueron esas canciones que están grabadas en nuestro código genético latinoamericano Alfonsina y el mar, Cambia todo cambia, Gracias a la vida, etc.
Un abrazo, un beso. Alejandra subió al auto y el mismo locutor le dejó caer el mismo balde de agua fría que yo había recibido instantes antes.
Les señalo aquí, un par de rockeras brechas que caminé para accidentalmente, volverme a encontrar con Mercedes. El video Yo vengo a ofrecer mi corazón y el disco Alta fidelidad (Mercedes Sosa canta a Charly García). Si tienen la oportunidad, no dejen de escuchar el disco, encontrarán la versiones definitivas de algunas de las mejores rolas de Charly.
Mercedes Sosa no deja de existir por el simple hecho de morirse.
FW: Oye Un Favor
Conejos blancos - Leonora Carrington
Ha llegado el momento de contar los sucesos que comenzaron en el número 40 de Pest Street. Parecía como si las casas, de color negro rojizo, hubiesen surgido misteriosamente del incendio de Londres. El edificio que había frente a mi ventana, con unas cuantas volutas de enredadera, tenía el aspecto negro y vacío de una morada azotada por la peste y lamida por las llamas y el humo. No era así como yo me había imaginado Nueva York.
Hacía tanto calor que me dieron palpitaciones cuando me atreví a dar una vuelta por las calles; así que me estuve sentada contemplando la casa de enfrente, mojándome de cuando en cuando la cara empapada con sudor.
La luz nunca era muy fuerte en Pest Pret. Había siempre una reminiscencia de humo que volvía turbia y neblinosa la visibilidad; sin embargo, era posible examinar la casa de enfrente con detalle, incluso con precisión. Además, yo siempre he tenido una vista excelente.
Me pasé varios días intentando descubrir enfrente alguna clase de movimiento; pero no percibí ninguno, y finalmente adopté la costumbre de desvestirme con total despreocupación delante de mi ventana abierta y hacer optimistas ejercicios respiratorios en el aire denso de Pest Street. Esto debió de dejarme los pulmones tan negros como las casas.
Una tarde me lavé el pelo y me senté afuera, en el diminuto arco de piedra que hacía de balcón, para que se me secara. Apoyé la cabeza entre las rodillas, y me puse a observar una moscarda que chupaba el cadáver de una araña, a mis pies. Alcé los ojos, miré a través de mis cabellos largos, y vi algo negro en el cielo, inquietantemente silencioso para que fuera un aeroplano. Me separé el pelo a tiempo de ver bajar un gran cuervo al balcón de la casa de enfrente. Se posó en la balaustrada y miró por la ventana vacía. Luego metió la cabeza debajo de un ala, buscándose piojos al parecer. Unos minutos después, no me sorprendió demasiado ver abrirse las dobles puertas y asomarse al balcón una mujer. Llevaba un gran plato de huesos que vació en el suelo. Con un breve graznido de agradecimiento, el cuervo saltó abajo y se puso a hurgar en su comida repugnante.
La mujer, que tenía un pelo negro larguísimo, lo utilizó para limpiar el plato. Luego me miró directamente y sonrió de manera amistosa. Yo le sonreí a mi vez y agité una toalla. Esto la animó, porque echó la cabeza para atrás con coquetería y me dedicó un elegante saludo a la manera de una reina.
−¿Tiene un poco de carne pasada que no necesite? −me gritó.
−¿Un poco de qué? −grité yo, preguntándome si me habría engañado el oído.
−De carne en mal estado. Carne en descomposición.
−En este momento, no −contesté, preguntándome si no estaría bromeando.
−¿Y tendrá para el fin de semana? Si fuera así, le agradecería inmensamente que me la trajera.
A continuación volvió a meterse en el balcón vacío, y desapareció. El cuervo alzó el vuelo.
Mi curiosidad por la casa y su ocupante me impulsó a comprar un gran trozo de carne a la mañana siguiente. Lo puse en mi balcón sobre un periódico y esperé. En un tiempo relativamente corto, el olor se volvió tan fuerte que me vi obligada a realizar mis tareas diarias con una pinza fuertemente apretada en la punta de la nariz. De cuando en cuando bajaba a la calle a respirar.
Hacia la noche del jueves, noté que la carne estaba cambiando de color; así que, apartando una nube de rencorosas moscardas, la eché en mi bolsa de malla y me dirigí a la casa de enfrente.
Cuando bajaba la escalera, observé que la casera parecía evitarme.
Tardé un rato en encontrar el portal de la casa. Resultó que estaba oculto bajo una cascada de algo, y daba la impresión de que nadie había salido ni entrado por él desde hacía años. La campanilla era de ésas antiguas de las que hay que tirar; y al hacerlo, algo más fuerte de lo que era mi intención, me quedé con el tirador en la mano. Di unos golpes irritados en la puerta y se hundió, dejando salir un olor espantoso a carne podrida. El recibimiento, que estaba casi a oscuras, parecía de madera tallada.
La mujer misma bajó, susurrante, con una antorcha en la mano.
−¿Cómo está usted? ¿Cómo está usted? −murmuró ceremoniosamente; y me sorprendió observar que llevaba un precioso y antiguo vestido de seda verde. Pero al acercarse, vi que tenía la tez completamente blanca y que brillaba como si la tuviese salpicada de mil estrellitas diminutas.
−Es usted muy amable −prosiguió, tomándome del brazo con su mano reluciente−. No sabe lo que se van a alegrar mis pobres conejitos.
Subimos; mi compañera andaba con gran cuidado, como si tuviese miedo.
El último tramo de escalones daba a un “boudoir” decorado con oscuros muebles barrocos tapizados de rojo. El suelo estaba sembrado de huesos roídos y cráneos de animales.
−Tenemos visita muy pocas veces −sonrió la mujer−. Así que han corrido todos a esconderse en sus pequeños rincones.
Dio un silbido bajo, suave y, paralizada, vi salir cautelosamente un centenar de conejos blancos de todos los agujeros, con sus grandes ojos rosas fijamente clavados en ella.
−¡Vengan, bonitos! ¡Vengan, bonitos! −canturreó, metiendo la mano en mi bolsa de malla y sacando un trozo de carne podrida.
Con profunda repugnancia, me aparté a un rincón; y la vi arrojar la carroña a los conejos, que se pelearon como lobos por la carne.
−Una acaba encariñándose con ellos −prosiguió la mujer−. ¡Cada uno tiene sus pequeñas costumbres! Le sorprendería lo individualistas que son los conejos.
Los susodichos conejos despedazaban la carne con sus afilados dientes de macho cabrío.
−Por supuesto, nosotros nos comemos alguno de cuando en cuando. Mi marido hace con ellos un estofado sabrosísimo, los sábados por la noche.
Seguidamente, un movimiento en uno de los rincones atrajo mi atención; entonces me di cuenta de que había una tercera persona en la habitación. Al llegarle a la cara la luz de la antorcha, vi que tenía la tez igual de brillante que ella; como oropel en un árbol de Navidad. Era un hombre y estaba vestido con una bata roja, sentado muy tieso, y de perfil a nosotros. No parecía haberse enterado de nuestra presencia, ni del gran conejo macho cabrío que tenía sentado sobre su rodilla, donde masticaba un trozo de carne.
La mujer siguió mi mirada y rió entre dientes.
−Ése es mi marido. Los chicos solían llamarlo Lázaro...
Al sonido de este nombre, familiar, el hombre volvió la cara hacia nosotras; y vi que tenía una venda en los ojos.
−¿Ethel? −preguntó con voz bastante débil−. No quiero que entren visitas aquí. Sabes de sobra que lo tengo rigurosamente prohibido.
−Vamos, Laz; no empecemos −su voz era quejumbrosa−. No me puedes escatimar un poquitín de compañía. Hace veinte años y pico que no veía una cara nueva. Además ha traído carne para los conejos.
La mujer se volvió y me hizo seña de que fuera a su lado.
−Quiere quedarse entre nosotros; ¿a que sí? −de repente me entró miedo y sentí ganas de salir, de huir de estas personas terribles y plateadas y de sus conejos blancos carnívoros.
−Creo que me voy a marchar; es hora de cenar.
El hombre de la silla profirió una carcajada estridente, aterrando al conejo que tenía sobre la rodilla, el cual saltó al suelo y desapareció.
La mujer acercó tanto su cara a la mía que creí que su aliento nauseabundo iba a anestesiarme.
−¿No quiere quedarse, y ser como nosotros? En siete años su piel se volverá como las estrellas; siete años tan sólo, y tendrá la enfermedad sagrada de la Biblia: ¡la lepra!
Eché a correr a trompicones, ahogada de horror; una curiosidad malsana me hizo mirar por encima del hombro al llegar a la puerta de la casa, y vi que la mujer, en la balaustrada, alzaba una mano a modo de saludo. Y al agitarla, se le desprendieron los dedos y cayeron al suelo como estrellas fugaces.
-Andriux
Ópera Rock en Tres Actos (este es el esquema solamente)
Idea original: Edgar Berrospe y Alejandro Giles
TERCER ACTO
Personajes: Donatello, José Mentecho, Aquiles Baeza, Edgar Añón, Juanita, Higurashi, Cuco, Tláloc, Marco G. Rico, Yossi T. Castro.
Han pasado muchos años desde aquella reunión en la que Juanita conoció a Tlaloc y Donatello desapareció de la vista de todos. Cuco se ha cansado de ser el manager de grupos plásticos y ahora que tiene fama y dinero añora las épocas en las que se divertía creando cosas nuevas con “The Dead Friends” y decide rescatar el grupo de las cenizas. Se escucha una canción llena de energía.
Primero busca a Edgar Añón y se encuentra con la sorpresa de que su enfermedad venérea ha sido curada y que además ha sentado cabeza casándose con la sargento de la guerra del Golfo, Yossi T. Castro. El siguiente paso que Cuco dio fue meter a Aquiles Baeza en un programa de rehabilitación, donde consigue en poco tiempo olvidarse de las drogas pero se vuelve adicto al café y al cigarro. Por último, se encuentra con un José Mentecho listo para salir del manicomio con la condición de que Cuco se hiciese responsable de su comportamiento. Este último decide organizar un evento para reunir a todos lo amigos de antaño, lo que coincide con la noticia de que Higurashi y su esposo Marco G. Rico se han cansado de viajar por el mundo y han decidido formar su propia empresa en México dedicada a artículos electrónicos para el hogar. Por su parte, Juanita y Tlaloc han vivido juntos los últimos tres años, pero aún no se deciden a casarse formalmente. En este punto suena una balada extremadamente calmada.
El día del evento todo sale conforme al plan: es una reunión planeada con un público selecto, sólo los más cercanos a la banda junto a unos cuantos empresarios de la industria discográfica, e inversionistas. La banda empieza tocando una canción tranquila, también balada pero con un coro pegajoso, al que poco a poco se unen todos los presentes.
De pronto cambia completamente el ritmo y suena una canción agresiva. En ese momento hace su aparición Donatello, quejándose estrepitosamente por no haber sido invitado a la reunión. Aquiles Baeza en el micrófono hace un comentario irónico sobre su aparición y lo invita a subirse al escenario, a lo que Donatello responde sacando una Thompson con la que le hace cerca de cincuenta agujeros calibre .45 en menos de tres segundos.
Todo mundo se asusta y corre a ocultarse donde puede, sin embargo, nadie escapa a la ráfaga proveniente de la ira de Donatello y de su subametralladora, mientras se escucha una canción de metal pesado.
Después de la lluvia de plomo sólo han quedado cuatro personas en pie: Higurashi, Juanita, Tláloc y el mismo Donatello. Se escucha una canción desesperante.
Donatello, eufórico, no sabe a quién le debe disparar, en su estado de locura le es difícil saber si está enamorado de Juanita o de Higurashi, quien observa la duda en la mirada de Donatello y decide arriesgarse a intentar desarmarlo. A manera de reflejo, Donatello le dispara a Higurashi, quien cae muerta al instante. En ese momento calma la música desesperante y se escucha unacanción disonante, con acordes que van desde lo más agudo a lo más grave. Sólo entonces Donatello empieza a recapacitar en su propia vida y poco a poco se va dando cuenta de que él en realidad amaba a Higurashi y en ese momento se dirige al cadáver inerte de su amor platónico para intentar reanimarlo. Al darse cuenta de que esto es imposible, decide ponerle fin a su angustia y dispara sobre sí mismo la última ráfaga de su Thompson.
El final de esta ópera rock está ambientado con una canción triste y con la imagen de Juanita llorando sobre la tumba de Tláloc. En el mismo panteón se pueden ver las tumbas de todos los amigos restantes y los invitados a la reunión, incluyendo a Donatello.
Alex Giles
A ti mujer de caricias inquietas de miradas pagadas y de besos comprados, a ti mujer de los sueños esfumados y de amores apagados.
Mujer que subastas tus caricias, besos y caderas al mejor postor, a ti mujer que solo esperas a que termine la noche para solo ser tú.
A ti mujer de caricias inquietas, que sólo tu sabes el desconsuelo del falso amor, del amor fingido, del amor valuado por un peso o tal vez dos.
Mujer que mueves tus caderas al mismo ritmo de un reloj, que detenga el tiempo de aquél que te alquiló, de aquél que con su dinero te hizo el “amor”.
A ti mujer que rondas las noches ofertando tu silueta, recorriendo calles y esperando quien ofrezca el intercambio de unos papeles por el movimiento de tus caderas.
A ti mujer que solo tu sabes la pesadez de tus andares, el sufrir de tus noches y el desgaste de tus ilusiones, no me mal interpretes no te juzgo.
Mujer de caricias inquietas, sólo te digo que un día llegara quien te compre no tu cuerpo, sino, tu alma y ese precio no será el de uno o dos pesos.
A ti mujer de caricias inquietas el intercambio esta ves será su alma por la tuya, la fusión de dos corazones pero sobre todo tendrás.
Mi respeto y mis ilusiones.
A ti, mujer de caricias inquietas….
(Este poema lo escribió un buen amigo mio llamado Daniel Aguilar Guerrero)
Sergio Giles
La profesora Nicolle decía:
-s’il vous plait, repeter apres moi …
Mis ojos no perdían detalle de cualquier movimiento de las piernas de Andrea, la estudiante de relaciones internacionales que hoy en la mañana se había dignado a ponerse esa minifalda negra.
Y de repente ¡¡¡¡zaz!!!!, todo era evidente en ese momento, no tenía la calculadora a la mano para corroborarlo, pero Lorenzo tenía razón. Recordé que me había insistido que mis resultados eran errados, que las repuestas de esos ejercicios habían sido revisadas exhaustivamente por más de un profesor, pero en ese momento no pude ver mi error. Ahora mi cabeza estaba lo suficientemente despejada para darse cuenta que la fricción no era la misma, que ésta cambia de sentido cuando el cuerpo en cuestión cambia el sentido de su movimiento al empezar a descender por la rampa. Más que perfecto, en este momento Andrea liberaba su pierna izquierda para posteriormente cruzarla sobre la derecha.
Cuando ese par de piernas se encontraban a medio camino hacia la biblioteca central y era cada vez más difícil apreciarlas, me encamine al cubículo de Lorenzo para contarle que por fin había encontrado el error que no me permitía llegar al mismo resultado que él desde hacia ya un par de semanas.
Después de contarle mis logros a Lorenzo, entró al cubículo Hugo Serrano, otro melómano profesional cuyo pasatiempo es dar clases de ciencias básicas a los jóvenes preingenieros.
- Imposible Lorenzo, ese compromiso ya estaba hecho desde antes y si no voy mi mujer me mata.- dijo Hugo
- No me digas eso, van a estar juntos Brown, Principle y Reininger, eso nunca se ha visto en este país - contesto Lorenzo
- No me tientes Satanás
- Ni modo, que se le va a hacer.
Cuando Hugo salió del cubículo Lorenzo me volteo a ver preguntandome
- ¿No quieres ir tú?, es hoy a las siete en el Teatro de la Ciudad.
- va, ¿quién toca? - conteste y pregunte
- Tuxedomoon, un grupo de culto, postpunk, que empezó a incluir muchos elementos electrónicos en su música...
Veinte minutos antes de las siete ya estaba yo afuera del teatro. Es a toda madre viajar en el metro cuando no va lleno y funcionan los ventiladores (Han de saber ustedes que en el metro se encuentra instalado un complejo sistema fruto de la ingeniería mexicana. En el piso de los vagones hay un arreglo de galgas extensiométricas, de tal suerte que cuando los vagones se llenan, en las galgas se genera una diferencia de potencial mayor a cierto umbral, acto seguido los ventiladores se apagan). Espere unos cinco minutos la llegada de Lorenzo, mientras observaba como los más diversos personajes habían abandonado sus labores vespertinas para venir a recrear sus cuarentones oídos.
Lo que escuche esa tarde-noche fue diferente, raro y definitivamente me agrado. Había cuatro músicos en el escenario; Steven Brown en el saxofón, clarinete, teclados y voz; Luc Van Leishout en la trompeta; Blaine Reininger en el violin y voz; y Peter Principle en el bajo; eventualmente todos le metían mano a lo que supongo eran sintetizadores o cajas de ritmos. Además, había un fulano que usaba una cámara y cualquier cosa que estuviera a su alcance para producir efectos visuales en vivo, los cuales eran proyectados al fondo del escenario.
En 1977, en San Francisco, California dos estudiantes de música electrónica, Steven Brown y Blaine Reininger, empiezan a tocar juntos. Posteriormente el vocalista Winston Tong y el bajista Peter Principle se unen al grupo. Después de editar sus dos primeros discos, Half Mute y Desire, Tuxedomoon emigra a Bruselas. Ya instalados en Europa son requeridos por Maurice Bejart para crear la música del ballet Devine, homenaje a Greta Garbo. En 1983 Blaine Reininger abandona la agrupación, en ese mismo año el trompetista Luc Van Lieshout se une a la misma. El grupo logra su mayor éxito comercial en 1985 cuando salió al mercado mi disco favorito de Tuxedomoon, Holy Wars. Tong deja a la agrupación y ésta graba dos discos más Ship of Fools y You. Posteriormente los integrantes de la banda deciden buscar nuevas carreras, además de nuevos lugares de residencia, Brown – México, Reininger – Grecia y Principle – New York.
En 2004 Brown, Reininger, Van Lieshout y Principle vuelven a unir sus talentos y graban el maravilloso Cabin in the Sky, disco que los trajo por primera y hasta el momento única vez a México. Los integrantes de Tuxedomoon han acortado sus distancias dos ocasiones más en 2006 y 2007, Bardo Hotel Soundtrack y Vapour Trails, respectivamente.
Holy Wars es un disco que yo adoro de principio a fin en el orden que está, pero considero que hay cuatro momentos a destacar. The Waltz es una adecuada obertura para esta obra. St John, sólo diré que me encanta. Bonjour Tristesse, la trompeta toca una seductora línea y es descaradamente seguida por alguna percusión, se escuchan el suspiro del seducido teclado, la trompeta continua su provocadora labor, la voz se yuxtapone a la trompeta “You want me too much…”, el bajo se anuncia a si mismo con un par de patadas, etc. In a manner of speaking, el piano nos abre la puerta y nos enciende la luz del obscuro pasillo, el bajo marca las notas que nos acompañaran a lo largo del recorrido, etc.
Saludos desde la ciudad de la eterna primavera¡
Berrospe