Salgo de la cama, salgo de la casa y la ciudad lleva un ritmo inesperado.
¿Hace cuánto que no me aventuraba más allá de unas cuantas calles cercanas en un día como hoy?
Ni siquiera lo se.
Y la ciudad lleva un ritmo inesperado.
Una arteria bloqueada, dos, tres, mil y nadie protesta. Sólo corrigen el camino sin más.
Alto total, yo no puedo más.
Camino, camino, subo, bajo, espero el tren.
Minutos, minutos, más minutos.
¿Dos, diez, treinta?
Nadie se inmuta, nadie desespera.
Por fin llega y sólo calma, yo no puedo más.
Subo.
Llego al destino, la ciudad lleva un ritmo inesperado.
Una llamada y se que esperaré.
¿Diez, veinte, cuarenta?
El piso está asqueroso, trato de no pensar más.
Y la gente que pasa, paquetes, bolsas, ese olor a hierbas va a enloquecerme.
La paciencia empieza a esfumárseme y a cada puerta que se abre lanzo miradas inquietas ¿Donde estás?
Ese timbre ensordecedor va a enloquecerme.
La ciudad lleva un ritmo inesperado y yo no puedo más.
Entonces pienso.
¿Será que me ha entrado en las venas el agitado correr de toda la semana?
¿Será que un día como hoy, yo no encajo en esa calma que ronda a mi alrededor?
Podría ser que hubiera sido mejor quedarme en casa para tener prisa a mis anchas,
que salir a la calle a sufrir de un poco de tranquilidad, de este ritmo inesperado.
¿Debería alarmarme? ¿Es acaso triste esto?
Por fin llegas.
¿Qué estaba diciendo?
Vamos que ya es tarde.
-Andriux
Muy bueno!!!
ResponderEliminarLa prisa ya es un estado de animo.
Me gustó mucho tu relato, sobre todo la forma en que expresas esa sensación que tenemos los que hemos vivido muchos años en la ciudad, quizá estamos tan desacostumbrados a la tranquilidad que nos parece sorprendente y hasta cierto punto nos da miedo. Espero que sigas compartiendonos tus relatos y recomendaciones.
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