No veo a la rosa
de metal dorado,
oculta en vítreo
recipiente.
Lo dice el chamán.
Busca mi pasado
pues soy hombre
sin Destino
y carezco
de un Origen.
Veo otro mundo
como cristal
empañado,
miro a la Princesa
con la turbia joya,
guarecida,
entre sus manos.
El adivino
se convulsiona,
tal vez poseído
por cruel espíritu,
con su antiguo rito
convocado.
Y al recobrarse
lo repite:
no era rosa metálica
de pétalos afilados:
a la tierna Princesa
tu corazón le diste,
en coraza pura
resguardado.
Odiseonadie
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