Mi disgusto es por el tipo de preguntas que se encuentran en las encuestas. Dígase que soy paranóico, pero yo recuerdo que en años anteriores no había preguntas sobre si tienes internet, teléfono, computadora, etc. Más aún, no te pedían el nombre de las personas que viven en tu casa, se limitaban a llamarnos padre, madre, hijo, abuelo, etc.
Pero ahora, en la misma línea en la que se llevó a cabo el RENAUT, el gobierno se empeña en sacarnos toda la información posible. ¿Con qué objetivo?, dirán muchos. Y la respuesta es que hay muchos, desde saber qué tanto pan y circo darnos para tenernos quietos, saber nuestros alcances en caso de un estallido social o incluso venderlas a quien esté interesado con lo fines que éste persiga (extorsión, secuestro, robo, etc.).
Por último, me permito recomendarles que tomen un poco de tiempo para reflexionar sobre este asunto y cuando vayan los encuestadores de INEGI a sus casas piensen muy bien en las respuestas que están dando, en lo particular recomiendo no dar los nombres verdaderos de los habitantes (esto último no es relevante para las estadísticas, que es el verdadero sentido de un censo).
Además de todo lo anterior, recuerden que los encuestadores no tienen la culpa de lo que viene en las encuestas, la mayoría lo hacen por necesidad, ya que en su mayoría son empleados temporales que antes no tenían trabajo y no se trata de sermonearlos o entorpecer su labor.
Alex Giles
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