miércoles, 29 de junio de 2011

El hombre que compró su muerte

Hace pocos minutos dejó de llover pero aún siguen goteando los árboles y las marquesinas. La noche ha tomado posesión de la calle.

Él corre.

Sabía que iba a suceder, es lo único de lo que uno está seguro. Un día la vas a regar, te vas a pasar de la raya, alguien te va a traicionar y todos se te van a ir encima.

Sabe que de nada sirve correr. Pero hace tiempo para recordarla a ella y todo lo que un día fue su vida.

Cuando ella sonreía todo el mundo se iluminaba. Cuando fueron felices, porque sí se puede serlo aunque por poquito tiempo, todo eran sonrisas y miradas furtivas.

Y cuando se buscaban se encontraban.

Él es nadie. Mañana temprano su foto estará en algún periódico y al menos será el muertito del día. Pero antes y ahora no existió.

Ella existió. Él la busca en el cielo, donde entre nubes se deja ver una luna como un gajito plateado.

Por fin se encontrarán para siempre, una vez que pague todas las que debe y las que le endilguen.

Él corre y el viento frío le recuerda que aún siente, que aún vive.

Sus pies saltan en los charcos y provocan un estruendo de gotas que son lucecitas que iluminan su recorrido.


En realidad no sabe si aún lo siguen.

Podría dejar de correr y prolongar su vida unos minutos. También podría esconderse.

Irse a otra ciudad, empezar de nuevo.

Pero no hay otra forma de ser, terminaría igual. Él sabe que esto sólo fue un pretexto para olvidarla y que no funcionó, lo mejor es acabar de una vez.

Él nunca entendió como es que se reía con los ojos.

Ella tenía los ojos grandes y llenos de sonrisas. Y eran tantas las que tenia guardadas en cada ojo, que ni siquiera en los malos tiempos dejó de ofrecerle una de esas tiernas sonrisas.


Él corre y la ropa mojada empieza a pesarle, las gotas que hace poco rodaban por su rostro han desaparecido y un sudor frío como una premonición empieza a invadir su cuerpo.

Conoce esa sensación, cuando todo se te viene encima y no sabes como esquivarlo y preguntas por qué te esta pasando a ti.

Ella que no debía nada y que lo daba todo.¿Cómo se habrá sentido al final?

Las piernas se le acalambran y su vista lo traiciona, la banqueta le pone trampas y se tropieza cada vez más.

Siente que su cuerpo lo abandona, sin una esperanza la fuerza se le termina y la calle se muestra como es.

La luna desaparece tras una muralla de nubes. Entonces sus ojos imaginan monstruos en cada puerta y las pocas luces lo asustan más que las sombras.

Siempre pensó que la calle era su madre y amiga, llena de escondites y callejones para emboscar. Solo que ahora el cazador se vuelve la presa y las calles que un día conoció se transforman bajo esta noche húmeda y negra en una tumba.


Ahora que se acerca el final decide recordar al niño. Era pequeño y hermoso, pero frágil. No vivió mucho, sólo le tomaron fotos el día del bautizo.

No tuvieron tiempo. Se gastaron toda la felicidad en un ratito, les tocó poca y eran tres.


Se detiene para respirar y decidir que sigue. Esta a unos cientos de metros de su meta, ¿lo dejarán fumarse un cigarro?

No.

Voltea a ver el cielo nublado, enciende el cigarro, lo disfruta y sonríe.

En cuanto lo vean lo van a agarrar.

Al menos les hizo un par de tranzas antes de que lo delatarán.

Estuvo pidiendo su muerte y se la vendieron bien cara.

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