Para invocarte
esperé,
de la luna,
sólo ver,
entre nubes,
el jirón
de fino espejo:
en el amanecer
que poco a poco
la iba borrando
hasta volverla
luna nueva.
Así te invoco
en aparente
ausencia,
intuición pura;
conciente
de que, como las estrellas,
siempre existes,
aunque en la alborada
nunca te vea.
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