Ángel en libertad,
harta del mármol celestial,
buscabas superficie alterna
donde reflejarte
y demostrarnos tu existencia:
al verse desnuda
un ángel borra de su piel
los versos tatuados
en escritura primordial,
el halo protector,
y el tono de cera inmortal.
Entre ángeles hay norma
que impide encontrarse,
sin la pulcra vestimenta,
en los ojos de otro.
Y ni alquimia ni plegaria
transmutarían las nubes
en propicio cristal.
Pero, en la furiosa ciudad,
el efecto deseado hallaste
en tanto espejo mineral,
y sin dudarlo asumiste
del color el artificio
y, como acuarela efímera,
sobre tu piel lo imprimiste.
Ahora, en un tugurio,
abnegada, sirves cerveza;
y tu paso entre las mesas
va dejando estela,
pero no es de luz ni de aroma
sino el vestigio del dogma:
la presencia de tus alas.
Lívidas tus mejillas
no se sonrojan
ante los que mascullan,
débiles murmuran,
ebrios alaban:
el divino talle,
la placida forma,
la mística curva;
y el alma extravían
ante tu sonrisa,
tu frugal limosna.
Ángel en libertad,
pronto la noche llegará,
sin luna plena
ni estrella orientadora,
como giganta huérfana,
en sollozos, tímida.
Y entonces nosotros,
tu ingrata feligresía,
a tu deseo ajena,
levantaremos catedral
de imponentes muros;
y en nueva religión,
presagiando tu huida,
aboliremos la luz,
los espejos y el día.
Alej.orfebre
No hay comentarios:
Publicar un comentario