domingo, 9 de mayo de 2010

Cuento

Este es uno de mis primeros cuentos y el único que ha ganado algo. Bueno, tampoco he concursado mucho que digamos, pero ahí se los dejo y espero que les guste.

EL PERRO DE LA COLA ROJA

Me miraba desconsolado, el perro de la cola roja, yo me aguantaba la risa por compasión más que por respeto aunque a la vez me sentía decepcionado de la debilidad de aquel valiente animal. Era curioso, haber visto cómo superaba dos atropellamientos, un envenenamiento, la epidemia de parvo virus que mató a muchos de sus amigos e incluso un balazo en su pata izquierda. Lo más curioso era que a todo esto nunca le había visto tan decaído, ni tan pobre, ni tan débil. Lo peor es que la causa era un simpleza: su perrita favorita prefería ahora la compañía de otro perro. El perro de la cola roja nunca quiso pelearse, pero era muy bravo cuando lo provocaban. Casi siempre le hacían burla por su cola roja, nadie sabía por qué la tenía así, tal vez algún maldoso se la había pintado, tal vez era la sangre de alguna de sus víctimas que no había procurado limpiarse, o tal vez era un “defecto de fábrica”, como él lo llamaba.

El perro de la cola roja no hacía caso de las burlas, pero se desesperaba fácilmente y a menudo terminaba a mordidas con otros perros. Para las perras su cola roja era atractiva, decían que parecía un botón de donde estaba a punto de brotar una flor; curioso se vería con una flor en vez de cola, pensaba, afeminado o gracioso, qué importaba, eso le había tocado y ni modo. Siempre aceptó su destino como le iba sucediendo, nunca se quejó y veía todas las cosas con la filosofía digna de un búho.

Todos los perritos más pequeños le seguían, él inspiraba seguridad. Recuerdo la primera vez que lo vi, parecía tan grande y tan seguro de sí mismo que casi era un padre para todos, siempre tenía la solución para cualquier situación: si no había qué comer, iba a la carnicería donde contaba con amigos que lo alimentaban, pero siempre guardaba una parte para los camaradas, igualmente pasaba en la pollería y en la cantina, pues también le gustaba la cerveza. Mas de dos veces lo tuve que soportar borracho, con sus movimientos torpes y aullidos desafinados.

En una época de crisis, aprendió a ir al río y pescar, tenía gran habilidad para atrapar los peces con su hocico, que, presumía, era mas rápido que la vista. Siempre que hablaba de sus padres solía mencionarlos como un lobo y una leona y decía que por eso él había salido tan bravo. Nunca nadie los vio, pero todos le creían. Para ser sincero, yo no lo creía tanto, pero darle en la contra era perder un poco de su favoritismo. Desde que lo conocí no pude estar si él, solía protegerme mucho, siempre que me querían atacar se ponía delante de mí y gruñía de tal forma que cualquiera creería que efectivamente era cruza de lobo y león.

Pero ahora todo en él había cambiado, ahora no era ni la mitad de lo que solía ser, se había marchitado, había en su mirada un toque melancólico que solo se podría explicar viéndola. El ademán seguro de su mirada se había borrado, la confianza sobre su pecho erguido se había transformado en una raquítica debilidad sobre los huesos salidos de sus costillas, sus rugidos feroces se habían tornado en aullidos vergonzosos. La última vez que me defendió no lo hizo causando miedo, afortunadamente sus aullidos desgarrados provocaron un ataque de risa en los rivales que los puso fuera de combate por horas. Le pedí que ya no me defendiera. Todavía me siento mal por ello, creo que eso solamente lo hizo sentir peor.

El perro de la cola roja fue muriendo poco a poco, aún en esos últimos momentos tenía ratos de buen humor y parecía como si de repente se recuperara. Pero sólo eran destellos, como cuando una vela está a punto de extinguirse y espontáneamente resplandece por un segundo para intentar permanecer. Estaba muy malo la última vez que lo vi, no quería comer, no podía, aún tenía la esperanza de que su hermosa perrita regresara y compartir con ella su comida, dormir todo el día, corretear automóviles y todo lo que un perro con cierta categoría podría desear. Ella nunca llegó. Frecuentemente volteaba hacia la esquina donde la veía por las tardes, antes de que cerraran la carnicería, la esquina a donde ella llegaba toda perfumada, sin una pulga. Y pensar todo lo que había dejado por ella: la cerveza que tanto le gustaba, las peleas que siempre ganaba y que le hacían merecer respeto, las perritas que le seguían por docenas, la basura que tanto le gustaba para dar variedad a la vida (y para “curarse de espantos”, como él decía), quizá por eso casi nunca se enfermaba.

Un día soleado una gota de lluvia me despertó, era un día muy bonito como para que lloviera, pensé, ¿Por qué no llueve en otro día menos bonito? Fui a buscar al perro de la cola roja para tratar por enésima vez de animarlo. No estaba. Lo busqué por todas partes, no podía ir con nadie, ya no tenía amigos, todos le habían abandonado, menos yo. Por un momento me alegré mucho al pensar que su perrita había vuelto, pues hacía tres días que no se movía del mismo lugar. Pregunté a todos por él: nadie sabía. Alguien me dijo que se había ido al bosque. Tal vez fue a cazar, como en los viejos tiempos, pensé aún con optimismo. Fui solo a buscarlo. Después de muchas horas de infructuosa búsqueda lo encontré: no se movía, no decía nada, pero había una hermosa sonrisa en su rostro, como hace tiempo no la tenía, eso me hizo sentir un paz indescriptible. Recordé que los lobos y algunos perros se van a morir al bosque para que nadie los vea, tal vez para no hacer sufrir a las personas que los quieren, tal vez por instinto. Siempre quise darle una sepultura digna de un perro tan peculiar, hijo de un lobo y una leona, con la cola roja como el pétalo de las rosas, como la sangre, con la valentía y la nobleza de un rey y con la camaradería y la simpatía de un niño. No podía hacer ya nada por él, después de todo, sólo soy una rata.


Alex Giles

3 comentarios:

  1. caray... pues ya veo que te haya valido un galardón... me encantó la descripción y cómo narras la decadencia... el marchitar, para usar tus mismos términos...

    una buena narrativa, un personaje entrañable, un buen final... realmente me gustó tu cuento... gracias por compartirlo :D

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  2. Que bruto me hiciste llorar...además sólo tu y Boris me han hecho simpatizar con una rata!!!
    Te quedó muy bien... a ver si ya sueltas los cuantos más seguido :D

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  3. De nuevo lo disfruté mucho, me conmovió un buen! un buen!, me metí luego luego en la historia!, te rifas eh!

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