martes, 16 de febrero de 2010

Y al fin la salida

Aparentemente sólo busca mantenerse en pie y no golpear a nadie: es amable pero no cede ni un centímetro de su espacio vital.
Sigue cada una de las reglas de urbanidad aunque sin demasiado celo.
Su estado de ánimo es imperceptible, sólo se entretiene mirando de reojo a los demás apurados usuarios del metro que lo acompañan en ese vagón.
Si miras con atención te darás cuenta de que evita verse en el reflejo de las ventanas, porque vería sus ojos y recordaría la mirada triste de ella.
Ella, que es como un granito de azúcar que se quedó en la orilla de la taza de café y que puedes observar imaginando su sabor y disfrutando su
cristalina esencia.
Desde el principio sintió como un presagio de la tragedia su sonrisa eterna y contagiosa. Su risa como canto de sirena.
Su partida fue sorpresiva, aunque llevaba mucho tiempo despidiéndose, en cada frase, en cada beso.

De pronto, se va la luz en todo el tren, se escuchan risas nerviosas y palabras de desconcierto. Pero para él
la oscuridad es abrumadora porque está pensando en cosas tristes.

Por eso en cuanto el tren se pone en marcha a toda luz y media velocidad, prefiere recordar los besos sabor a miel,
las platicas interminables al teléfono, sus frases secretas para evitar decir lo evidente frente a todos, aquellas cosas que los hacían tan felices.
Pero los recuerdos duelen mucho a esta distancia de ella: son como una costra en su pecho. Su hermoso rostro ahora es una mancha pegajosa en su mente,
es como un cuágulo.

Si volteas a verlo ya no parece cualquier persona, su rostro ha tomado forma y se puede adivinar que lo absorbe una emoción asfixiante.
Pero como ante una aparición milagrosa, sus ojos se animan al ver la puerta abierta y el andén de la estación en la que tiene que bajar.
No hay mucho de que alegrarse en estos días.

3 comentarios:

  1. Vas mejorando cada vez que escribes un cuento nuevo. Pronto tendré que pedirte clases.

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  2. si estubo muy bueno..

    Buscando sentido en los objetivos a corto plazo

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  3. que bonito chica, qué difícil es andar con la mirada triste en esta ciudad. Parece que nadie se percata de nadie, pero todos lo notan en realidad.

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